En 1947, con dos niños pequeños a su cargo, Margaret Durrell siguió el consejo de su tía soltera y abrió una casa de huéspedes en Bournemouth. Sin embargo, cualquier esperanza de una clientela convencional se vio frustrada cuando el establecimiento fue colonizado por una serie de excéntricos, entre los que se encontraban un pintor de desnudos, una esposa maltratada, un albañil machista y un transexual maltés. Con su hermano Gerald apareciendo de vez en cuando en este extraordinario hogar, acompañado como siempre por su itinerante colección de animales, la escena estaba preparada para una multitud de hilarantes aventuras. En tal compañía, y con tales inquilinos, la propia casera no pudo permanecer mucho tiempo al margen, y de hecho pronto se vio envuelta en una relación amorosa subrepticia con un trombonista.
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