Este libro aborda la cuestión de por qué los gobiernos a veces siguen la ley y otras veces eligen evadirla. La respuesta tradicional de los juristas ha sido que las leyes tienen una eficacia causal autónoma: la ley rige cuando las acciones siguen normas anteriores; la relación entre las leyes y las acciones es de obediencia, obligación o cumplimiento. Contrariamente a esta concepción, los autores defienden una interpretación positiva donde el estado de derecho resulta de las elecciones estratégicas de los actores relevantes. El estado de derecho es solo un resultado posible en el que los actores políticos procesan sus conflictos utilizando los recursos que pueden reunir: solo cuando estos actores buscan resolver sus conflictos recurriendo a la ley, la ley rige. Lo que distingue el estado de derecho como un equilibrio institucional del gobierno por ley es la distribución del poder. El primero surge cuando ningún grupo es lo suficientemente fuerte como para dominar a los demás y cuando muchos usan las instituciones para promover su interés.
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